Primero quisiera contarles una corta historia, que escuché hace un par de años en una clase de negocios. Hace muchos años había un empresario que estaba pasando por una muy mala racha: las deudas se estaban acumulando, los clientes amenazaban con dejarlo, y la empresa en general no estaba teniendo una buena temporada. El pensar una y otra vez su situación, llevó al hombre a deambular por la noche en el parque, cuestionando qué es lo que podría hacer, incluso comenzó a considerar de qué forma podría ayudar al futuro de su familia si él se “descartara” a sí mismo de esta situación. Un hombre mayor pasó a su lado y le preguntó si se encontraba bien. El empresario le contó de su situación, y una vez terminada la historia, el desconocido le dijo: “Creo que puedo ayudarte”, mientras sacaba de su bolsillo su chequera y una pluma, escribió en el documento, arrancó el papel y se lo entregó. “Puedes pagarme dentro un año, buena suerte” le dijo, despidiéndose para continuar con su paseo nocturno. El hombre de negocios vio el papel en sus manos, y no lo podía creer: un cheque por 80,000 dólares firmado por John D. Rockefeller. “Con esto puedo resolverlo todo”, pensó con renovada motivación, la cual lo hizo decidir que ese cheque sería su última opción. Durante los siguientes meses el empresario logró renegociar con los bancos, consiguió nuevos clientes y poco antes de que pasara un año logró saldar su situación sin haber recurrido al cheque. Justo un año después de su primer encuentro, el hombre de negocios fue al mismo parque para encontrarse con Rockefeller, listo para devolverle el cheque. Lo encontró en la misma banca en la que se conocieron. El empresario estaba a punto de estrechar la mano de su benefactor cuando escuchó una voz detrás de él: “¡Que bueno que lo encontré!”, dijo una mujer vestida de uniforme blanco mientras tomaba a Rockefeller de la mano, “mil disculpas”, dijo dirigiéndose al empresario, “él suele escaparse del asilo, le encanta este parque, la mayoría de las veces no tiene ni idea de quién es, hasta llega a creer que es una personalidad como John Rockefeller”. El hombre de negocios no lo podía creer, él sostenía en su mano un cheque que no valía nada. Y aún así, pensando en todo lo que había logrado, lo guardó cuidadosamente en su bolsillo y emprendió camino a su casa. Todos llegamos a tomar en cuenta muchos factores al tomar decisiones o realizar acciones, y aunque nuestras razones pueden ser completamente válidas, muchas pueden ser motivadas por el miedo. Todos tenemos preocupaciones que rondan constantemente nuestra mente: responsabilidades, empleos, familia, amigos, y por ciertas situaciones como los tiempos en los que actualmente vivimos, hasta nuestra propia mortalidad. Todo esto puede ser abrumador, y causa una gran influencia en cómo decidimos actuar en nuestro día a día. Cuando tomamos una decisión, una salida fácil, o decidimos no tomar una acción, es difícil darnos cuenta que no lo hacemos porque lo deseamos o realmente pensemos que es lo correcto, si no por el miedo a lo que podría pasar. Normalmente evitamos pensar a profundidad acerca de esto.
¿Qué pasaría si decidimos hacer la paces con estos miedos, en vez de evitarlos? Tal vez encontraríamos la claridad de lo que realmente importa y tomar las decisiones que realmente deseamos, desestimar el posible escenario que tanto tememos, y darnos cuenta que la alternativa deseada vale la pena de intentar. Somos humanos, tenemos debilidades y somos vulnerables, también tenemos muchas virtudes y fuerza para sobresalir, esto no es simple motivación, es una realidad y aceptarla puede darnos un gran sentido de control en nuestra vida, y hacer conciencia de esto nos puede ayudar a tener conexiones más valiosas con los demás, comprendiendo que todos pasamos por situaciones similares, y afrontamos las mismas dudas al tratar de sobrellevarlas, y así darnos cuenta que no somos tan distintos como podemos llegar a creer. Todos tenemos nuestra historia, los miedos y preocupaciones pueden ser un factor constante en lo que decidimos hacer de ella, pero es importante no permitir que éstos sean nuestros factores decisivos, y confiar en nosotros mismos para salir adelante.